TERREMOTO EN SAN SALVADOR: ¡TIEMPO DE ANGUSTIA¡
1986.
Grado 8. HECATOMBE, La Prensa Gráfica, calificó el suceso
Salimos
a las 8 A.M. para la playa ese 10 de octubre de 1986. Aprovechando un día de
campo, tendríamos la sesión mensual de pastores de Mejicanos; Yo era el
presbítero de Distrito, entonces, de San Salvador. Nos aprestábamos para el
almuerzo cuando la ramada (cobertizo) donde estábamos comenzó a sacudirse;
salió agua de la arena. Los pastores que se bañaban en el río salieron
asustados corriendo. Decían que el río parecía hundirse. Había rajaduras en la
arena.
Faltaban diez minutos para las doce del día 10
de octubre de 1986. La gente del lugar nos dijo que los temblores así se
sentían de fuertes en el mar, así que creíamos que era algo normal. Continuamos
en las actividades del día de campo. Fidel Molina dijo: “Oigan la radio. Dice
que todas las casas en la capital están en el suelo”. Creímos era broma de
Fidel Molina. Todas las casas se construyen en el suelo: ¡Allí están¡
Regresábamos
a la capital a las 5:00 P.M., cuando comenzamos a ver derrumbes en la carretera.
Al entrar en la ciudad no había luz eléctrica, la gente se veía asustada, los
vehículos parecían carros locos y se podía palpar un nerviosismo tremendo.
Encendimos el radio de Mi vw – volswagen- que manejé por 10 años- carro para
oír noticias. El Presidente de la República, Ing. José Napoleón Duarte, hablaba
en cadena nacional de radio y declaraba estado de calamidad y emergencia a San
Salvador. A medida que cruzábamos la capital, nuestros rostros palidecían al
ver las casas y edificios derrumbados. Todos nos hicimos la pregunta mudamente:
“Qué le habrá sucedido a mi casa y a la iglesia?”
A
Merceditas, mi esposa, a Eric Josué – 2 años- y Querubina Elizaabeth- 1 año-;
mis hijos, no los encontré en casa. Pude hallarlos donde unos familiares. Mi
esposa me abrazó llorando y me narró cosas tremendas del terremoto. Ella creía
se había quedado viuda. Nunca regresaba del día de campo del mar. Eran ya las
7:00 P.M. y no había electricidad. La gente improvisaba ramadas (cobertizos) de
plástico y tela para pasar la noche en las calles. Reina, la doméstica- sacó del apartamento a Eric Josué de 2 años y
Querubina de 1 año. Los temblores se sentían cada 30 minutos, aumentando el
pánico de la población. Dormimos 8 días en el andén de la calle, al aire libre.
Sacamos el sofá y muebles de sala para dormir. Vine a ver la casa de la Sabana
en Santa Tecla donde vivía mi hermana Nelly y familia. No estaba dañada.
Vinimos a vivir 15 días arrimados con Nelly para mientras pasaba el susto del
TERREMOTO y nos reacomodábamos.
El día
siguiente del terremoto, a las cinco de la mañana salí a visitar a los
feligreses de la colonia España. En Cuscatancingo, Ayutuxtepeque , Mejicanos; de
la iglesia para ver cómo estaban. A la Hna. Elvira de Luna la habían sacado en
brazos del mesón donde vivía, el cual se había derrumbado. Ella es ciega y no
puede moverse por la artritis, pero cuando le pregunté cómo estaba, me dijo:
“Ni un terroncito me cayó. Dios me guardó. ¡Gloria a Dios!”.
Pude
constatar que hubo muchas pérdidas materiales, pero todos los hermanos estaban
a salvo. Sin agua, sin luz, ni teléfono, esos días parecían interminables. El
sufrimiento se veía en el rostro de la gente que dormía en las calles a la intemperie
con un sin fin de incomodidades. Los hermanos buscaban consuelo en la oración y
aprovechaban la ocasión para hablar de Jesucristo a los vecinos que blasfemaban
y culpaban a Dios por lo acaecido. Muchos se entregaron a Dios.
Del
edificio Rubén Darío se rescataron más de 300 cadáveres, pues se desplomó
completamente. Entre los sobrevivientes se halla el Hno. Miguel Ángel Carranza,
quien es pastor de una iglesia evangélica vecina. Él me contó su experiencia:
“A las
11:50 A. M. tenía una cita con un dentista en el edificio Rubén Darío, de seis
pisos en el centro de San Salvador. Me hallaba a cinco metros antes del
edificio cuando se oyó un estruendo y grité a mi hijo: ¡Tírese al suelo! Aquel
edificio que cubría casi una manzana se derrumbó completamente. Quedé atrapado,
acostado junto a mi hijo Miguelito, de ocho años, entre el suelo y la loza del
primer piso. Se oían en la oscuridad gritos de dolor, angustia y muerte.
_ ¡Papi!
¡Papi!- gritó mi hijo - ¿Qué es esto?
_Tenga
calma - le respondí.
-Papá ¿está vivo o muerto? - Me decía mi hijo,
mientras pegaba su cabecita a la mía.
- Sí
estoy bien , respondí, pero tengo una pierna trabada y no sé si está fracturada.
Tenía encima una columna de con concreto y hierro, y la pierna parecía que se
me había quebrado. Pedí al Señor que me diera fuerzas para poder salir:
- En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, dame fuerzas como a Sansón.
¡Alabado sea Dios! ¿Bendito sea Jesús!
“Hice
fuerzas y aquella fuerte columna se movió, justo para poder libertad mi pierna
y pie;
pero
estaba todavía apresado bajo esos escombros. Entre las tinieblas y la polvareda
se
oían
unas voces:
- Soy el
relojero; ¡auxílienme!
-¡Llamen
a alguien que nos venga a sacar!
-Soy la
que vendo en la entrada del edificio, quiero agua y aire. Mi pierna la tengo
quebrada.
No puedo
moverme. ¡Ayúdenme!
-Miguelito,
no llore- le dije a mi pequeño hijo. Dios habló a mi corazón: “Así estuvo Jonás
tres
días y tres noches. Y mi Hijo Jesús, mi Hijo tan amado. Pensé: ¿Estaré tres
días aquí?
Otro joven
comenzó a buscar salida.
-
Señores, ¿ya llegaron a auxiliarlos a ustedes? - alguien pregunta.
- No -
contesté- ¿Hallaron ya alguna salida? Yo Miguel Carranza
- les pregunté -No - dijeron.
Milagrosamente
estábamos vivos. Pedazos de columnas quedaron como puntales, quedando un
estrecho hueco donde estábamos nosotros. Lo que me había tardado en comprar el
periódico y esperar a que me entregaran el vuelto, fue lo que me había salvado
de estar muerto. Dios en su fidelidad me había guardado.
Arrastrándome
empecé a moverme entre los escombros juntó a mi hijo. Observé un tragaluz y
pensé que tal vez podríamos salir por allí. No pude. Dos horas de angustia y
dolor habían pasado. Un joven me llamó:
- Venga
acá. Hay un lugar donde se respira y uno se puede sentar. Nos arrastramos hasta
donde
estaba el joven. Él me dijo su nombre, yo le dije el mío. Este joven me dijo
que lo que
Había
sucedido era juicio de Dios por nuestra maldad. Había sido evangélico. Al saber
que
yo era
pastor, me pidió que orara por él, pues quería reconciliar con Dios en ese
momento.
Oramos y
repetimos el Salmo 91 y Jeremías 33:3.
Una
señora continuaba quejándose, preguntando si nos habían auxiliado. Se podía oír
ruidos
de hombres que removían escombros cerca de nosotros. Comenzamos a gritar:
-¡Aquí
estamos!
Teníamos
gran miedo, pues seguía temblando y el peligro era que si los puntales cedían,
nosotros moriríamos aplastados. Pero Dios en su amor y misericordia nos guardó.
¿Cuánto
tardarían para llegar con el auxilio? Seguimos gritando y golpeando con un palo
un tubo de lámina de aguas lluvias. De repente iluminaron con una lámpara y nos
dimos cuenta de la posición en que estábamos. ¡Qué alegría!
“El
espacio donde estabamos era reducido. Con dificultades salimos arrastrándonos
de aquella semitumba. Habíamos quedado sepultados vivos por cuatro horas y
media. Éramos irreconocibles. Mucha gente observaba los rescates.
Después
de esta experiencia predico con más ahínco pues sé que Dios me ha dado la vida
milagrosamente para que anuncie las verdades gloriosas del evangelio.
Fueron
derrumbados completamente por el terremoto 10 templos de las Asambleas de
Dios.
Otros 10 había que demolerlos y 20 templos resultaron seriamente dañados. El
Instituto Bíblico Betel fue declarado inhabitable y los 100 estudiantes pararon
sus estudios. La casa donde vive el director fue demolida. Muchos hermanos que
se congregaban en las 130 iglesias de la capital se quedaron en la calle,
algunos golpeados. Diez fueron llamados a estar con el Señor.
El Comité
Ejecutivo de las Asambleas de Dios se declaró en emergencia. La ayuda de otros
países comenzó a llegar, así como de hermanos que al oír la noticia
internacional nos tendieron la mano. ¡Dios los bendiga! Se organizó un comité
para canalizar la ayuda a los damnificados.
Los
daños materiales en casas y edificios son muchísimos. Las pérdidas en vidas
humanas pasan de 1,000.00. Con todo, el ánimo de los salvadoreños no se ha perdido:
Se hacen nuevas casas y la vida se ha normalizado en el centro de San Salvador.
El Salvador está de pie. El eslogan se lee en los carros y en las vitrinas.
La
Iglesia del Señor no ha sucumbido. La Palabra de Dios se sigue predicando,
nuevas almas llegan a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Se reconstruyen los
templos caídos.
Tuvimos
que enfrentarnos con estas preguntas: ¿Por qué Dios permite los terremotos?
¿Por
qué
tanto dolor y angustia? La Palabra de Dios da la respuesta: Dios usa estas
tragedias como castigo (Génesis 18:20). Dios cumple su Palabra con los
terremotos (Mateo 24). Dios permite estas tragedias para probar a su pueblo
(Marcos 4:35-41). Y aun Dios usa estas situaciones para acercamiento y
reflexión de su pueblo.
1986*
2016 : 30 años ha.
Escribí
este reporte a petición de Floy Woodworth, editor de DONOZCA. Harold Calking lo
diagramó. Apareció en el DIARIO DE HOY-
OTRO TESTIMONIO DE
MARIA ARGUETA, MI PRIMA.
Es
cierto vivimos momentos angustiosos, a mí me toco, entregar a mis alumnitos a
sus padres en el parque Libertad y termine de entregarlos hasta las cinco de la
tarde en ese parque. Viví momento triste al ver todas las personas que llegaban
llorando, ensangrentada y cuando entregue a mis niños a sus padres, camine
desde el centro de San Salvador hacia San Jacinto. Ahí empecé a ver como quedo San Jacinto en el
suelo, pase por La escuela Santa Catalina; ahí se me rompió el corazón ver las
niñas muertas. Ahí donde Dios me llevo, donde ahora trabajo, 41 niñas muertas y
un niño en total murieron. Gracias a ellas hicieron la nueva escuela muy bonita
dirigido por las Hermanas de La Caridad.
RECUERDOS
DEL POETA: El poeta habla. TOMÁS TOLENTINO:
Todos
los salvadoreños de mi edad recordamos el diez de octubre como el día del caos.
Un buen
día estaba reparando una maquina inyectora de plástico “Arburgh” de fabricación
alemana, de la empresa donde trabajaba, me apresuré porque, ya casi era mi hora
de almuerzo, cuando de pronto empecé a sentir que las maquinas se estaban
moviendo; yo me puse de pie en una mano una llave Allen y en la otra un pedazo
de Wippe. Me pareció extraño que de
pronto el mundo se movía bajo mis pies; volví a ver a mi alrededor y vi que
muchos operarios estaban buscando como refugiarse. Escuché el ruido de tuberías
de aire comprimido y mangueras rotas; uno que otros estallidos de cables
eléctricos rotos. Mi instinto de jefe de grupo me impulsó a ver que todos
estuvieran bien y que nadie corría peligro. Vi a un compañero que era cristiano como yo,
ponerse de rodillas y suplicar una oración de protección.
El
gigante Atlas que había estado distraído con el mundo encima; por fin volvió a
suplicar ayuda por tan pesada carga. ¡!Hércules,,, Herculessss,,
Herculesssss.... ¡Y el mundo tembló. ¡
La
tierra se sacudió como un árbol movido por el viento; un terremoto de 8 grados
violentaba nuevamente el valle de las hamacas. Eran las 11:50 de la mañana del
día 10 de octubre del año del señor de 1986.
En ese
momento hice una inspección visual de los daños en la empresa. En cuestión de
escasos minutos yo había quedado solo, uno por uno fueron yéndose los
empleados.
Quise
sintonizar la radio para escuchar noticias, quise hacer llamadas por teléfono,
quise buscar a mi patrón; pero todo fue en vano. Nada funcionaba y yo estaba
solo en aquel galerón de la fábrica.
Tomé una
motocicleta que estaba en el parqueo y me fui en ella para ver a mi familia,
atrás quedó el portón negro de la empresa y el único vigilante se encargó de
cerrar la puerta; era Don Mártir y no recuerdo su apellido.
Hice un
recorrido primero de mi casa: mis hijos
estaban bien, mis vecinos estaban asustados y las calles estaban saturadas de
vehículos; los semáforos estaban apagados y ya había largas colas en las
gasolineras. Yo presentí una catástrofe.
Tomé la
calle que conduce donde mi madre y la encontré asustada, mi padre pálido y
perplejo murmuraba una oración.
Al
atardecer regresé a mi casa y después a la fábrica. Mi patrón ya estaba ahí y
me dio las gracias por cuidar de sus cosas. Luego don Mártir me dijo:
-Don
Tomasito. Yo me voy con usted. Mi familia vive en San Jacinto y dicen que por
ahí pasa la falla.
Yo
sentía que la motocicleta era como un caballo y que no existía la carretera;yo
pasaba sobre los escombros como un corcel de salto y don Mártir se agarraba de
mi espalda. Luces y alarmas de ambulancias se escuchaban por doquier. San
Salvador era un caos. El Edificio Rubén Darío en el centro de la capital se
había derrumbado, hasta quedar la azotea en el nivel de la calle, muchos
muertos, muchos heridos.
Cuando
llegamos al barrio San Jacinto, el panorama era desastroso, parecía que una
bomba atómica había sido detonada en ese lugar. Ni una casa quedaba en pie,
todo estaba en el suelo y la gente damnificada, que ya se contaba por miles,
estaban acampando en la calle.
Llegamos
con don Mártir y él me dijo:
-Pare
aquí don Tomasito. Esta era mi casa; ¡!Dios mío! ¿Qué será de mis hijos? , murmuró el compañero.
Aquel
gigante parecía estar dormido pero despertó ese diez de Octubre. Muchas gentes
murieron, muchas casas y edificios desaparecieron. La economía del país retrocedió como treinta
años. El Ingeniero José Napoleón Duarte era el presidente.
Este día
recordamos a las víctimas de ese horrendo día y ,a pesar de todo, Dios estuvo
con nosotros. Y nos brindó su protección.
REFLEXIONES
DESPUES DE 30 AÑOS.
·
Eric
Josué, médico, 31 años; Querubina Elizabeth, ingeniera industrial, 30 años. Los
niños que nacieron cuando vivíamos en edif. 397,14 de la colonia Zacamil. Desconocen la verdad del peligro que les
acecha. Vivimos en las faldas del volcán Jabalí. San Salvador. Algunos volcanes
tienen un ciclo de actividad de cada 100 años. 1917- 2017. El volcán cumple 100
años de su última erupción. Ni pensarlo que se repita. Una locura. Un millón de
gentes atrapadas, bloqueadas sin luz y en temporal
·
San
Salvador, en vez de tomar lección ha hecho lo contrario. La ciudad ahora abraza
al gran volcán de San Salvador con carreteras y colonias. En el lomo – La
espalda- de Quezaltepec hay una nube de conceto de casas, colonias, calles. La capital debió trasladarse a una zona más
segura. Fuera de cadenas volcánica, ni muy cercado a la costa. Alrededor el aeropuerto
Romero, pudo ser.
·
Cuando
Pedro de Alvarado cruzó el rio Paz con su caballería, los indígenas le dijeron
que llegaría a Nequepio, Cuscatlán: El Valle de Las Hamacas. Ya los pueblos
originarios conocían el retumbar de los temblores.
·
La
capital salvadoreña se ha mudado a Cojutepeque, Santa Tecla por terremotos y
erupciones volcánicas. No entendernos el mensaje de la NATURALEZA. Montebello deslave
del volcán, por destrucción de bosques. Las Delicias, Santa Tecla. ¿Tenemos que
esperar una erupción colosal para hacer el traslado de la capital a un lugar
mas seguro?
·
Hoy
en 2018 reflexiono: ¿Porque Tardas? … La naturaleza es cruel y no perdona su
maltrato: Calentamiento Global y mas.
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