Poetas: Malabares y magos de las letras; Rubén Darío, Alfredo Espino, Gabriela
Mistral, María de Baratta, Roque Dalton.
Agua regada por el suelo, te la sirven en la copa de la rima y el sabor. Henry
Writer Burgos, poeta también, medio loco con las letras. El mismo Kike
Barillas. Poesía Americana mundial. A Leer en tiempo reposado del Virus Chino.
Los Ojos de Los Bueyes
Alfredo Espino. Jícaras Tristes
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar!...
Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guantes...
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Lo fatal
Rubén Darío
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,
¡ni de dónde venimos!...
[Rubén Darío, Antología poética, prólogo y selección
por Guillermo de Torre, Buenos
Aires,
Poema de Amor
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “golden
roll”),
los que repararon la flota del Pacífico en las bases de
California,
los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala, México,
Honduras, Nicaragua por ladrones, por contrabandistas, por estafadores, por
hambrientos
los siempre sospechosos de todo( “me permito remitirle al
interfecto por esquinero sospecho soy con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles de todos los
puertos y las capitales de la zona (“La gruta azul”, “El Calzoncito”,
“Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo de las picadas del escorpión o
la barba amarilla en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional bajo el
ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.
BESOS. GABRIELA MISTRAL.
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien, son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
CUZCATLÁN TÍPICO. BARATTA.
En las cumbres del Quezaltepec, en las
fiestas dç Pascua suenan sus flautas de caña,
acompañadas de un indio tambor, y la ronca
vibración que imprimen a éste, es la propia
voz del viento rompiendo los pajonales y los
hirsutos flecos de la caña brava; mientras las
finas modulaciones de los pifos delgados y pe=
aueños, imitan el lamento de la brisa al pasar
por la llanada de Cuzcatlán haciendo cantar
las espigas doradas de las mechudas milpas,
o imitando la queja del guarda-barranca y del
zenzontle sin abrigo, cuando la naturaleza se
estremece y llora. Se oye entonces la voz
más solemne de la montaña en el instrumento
patriarca de los indios: el tepunahuaste. El
es el estuche sonoro en donde el indio guardó el tesoro de
sus virtudes musicales.
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